Estoy completamente seguro que de haber sabido de la existencia de una de estas originales neveras, los piratas y bucaneros más famosos de la historia hubiesen pagado cualquier precio y entregado a cambio de ella el mayor de sus tesoros.
Barbanegra y otros muchos hubiesen celebrado de otra forma los saqueos y pillajes que cometían con frecuencia si el ron que bebían en vez de estar caldeado, refrescase sus gargantas (siempre y cuando hiciesen una «escapadita» a la Antártida para recoger hielo).
A día de hoy, esta nevera de playa tal vez no nos haga experimentar una experiencia religiosa como lo habría hecho por aquel entonces, pero podremos guardar en ella uno de los mayores tesoros que puede poseer un hombre, sus cervezas.
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